viernes, 23 de septiembre de 2011

Por esas historias que nos dejan mal sabor de boca

Existió una vez, en un lejano lugar Elliot, el hijo de un noble, y Freedert, una campesina. Ambos se conocieron por casualidad y se enamoraron. Pero la relación entre ellos, debido a sus diferencias no era aceptada por aquellos que les rodeaban. Pero eso no les importaba, los sentimientos de ambos se hacían mas fuerte día tras día. La pareja era feliz, aislada de lo que pudieran decir de ellos.

Sin embargo lo que los separo no fueron los demás, sino la guerra...


Creyendo en las palabras de Elliot que prometió volver, Friedert le regalo una espada para que se pudiera defender y durante el tiempo que duro su viaje, ella iba sin falta a la iglesia a rezar por el todos los días. Pero sus oraciones no fueron escuchadas. Elliot recibió una flecha en la espalda y cayo, defendiendo el ultimo reducto de tierra de su señor, donde habitaba la mujer que amaba.
Friedert cuando se entero de aquello corrió a la iglesia del pueblo para hacer una proposición:


"Deseo sacrificar el tiempo que me queda por él"


El deseo fue concedido.


El tiempo de Friedert le fue concedido a Elliot, y en el lugar de un charco de sangre había un mar de pétalos rojos que tanto le gustaban a Friedert.


Y luego, cuando Elliot regreso y se entero del sacrificio de su amada fue el quien rezo a Dios:


"Que el tiempo que mi amor me ha dado, le sea devuelto una vez mas. Su tiempo se ha parado, por favor cámbialo por el mio"


Cuando termino su rezo cogió la espada que su amada le había entregado y se atravesó el corazón con ella. 
Dios conmovido por el corazón herido de los dos jóvenes unió sus almas y les otorgo la inmortalidad, protegiendo el pueblo por el cual Elliot había dado su vida.

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